¿Y de qué va todo esto?, pues de hacer senderismo con unos amigos a los que quiero un montón, de pasar un rato juntos, y de darle una temática de forma que sea más divertido.
¿Y qué significa Trocha?, pues según WordReference "Vereda estrecha que sirve de atajo o camino abierto en la maleza". Y el caso es que esta aventura iba de eso, de buscar atajos, de seguir la rivera del río entre maleza y mosquitos, de hacer camino donde no lo había anteriormente, de explorar.
Hablemos un poco de la ruta. Consistía en hacer un tramo del "Gran Recorrido Río Segura" que va desde las fuentes del mismo río hasta Guardamar, su desembocadura. El tramo en cuestión corresponde a la ruta desde Calasparra a Cieza, y para describirlo usaré información correspondiente a la excursión realizada por ASM en diciembre de 2005.
"Calasparra-Cieza (36 kms., 9 horas)
Itinerario: Calasparra (359)-Presa de la Mulata-Estrecho de Almadenes-Almadenes (240)-Cieza (165).
Descripción: Tres excursiones diferentes en una. La primera, por caminos entre arrozales de la margen izquierda del río, nos lleva hasta el embalse de la Mulata. Luego el aéreo sendero de montaña del estrecho de Almadenes. Y, desde Almadenes, por camino de huertas hasta Cieza. Arrozales, monte y huerta. Un variado espectáculo."
Podéis encontrar todos los tramos del GR pulsando aquí.
Para hacerlo más interesante hicimos dos grupos, unos saldrían desde Calasparra (mi grupo) y otro desde Cieza, y nos encontraríamos en la presa de la Mulata, para cenar, contar anécdotas del camino y dormir.
A lo que vamos, empezamos nuestro camino en Calasparra, a eso de las 11:30 (mala hora para empezar a andar, por cierto), previo paso por un bar para tomar unas cervecillas
y unos bocadillos, había que coger fuerzas. De camino al puente que cruza el río a la altura de Calasparra (recordad que debíamos seguir el margen izquierdo del río y Calasparra se encuentra en el margen derecho) se nos ocurrió la idea de coger unas barcas en el club de piragüismo. Pintaba bien la idea, bajaríamos en barca con las mochilas, visitaríamos la Cueva de los Monigotes y sus pinturas rupestres, y llegaríamos a la presa de la Mulata al medio día, con tiempo para comer, bañarnos, ... Pintaba pero que muy bien la idea.
Llegamos al club de piragüismo, y preguntamos por la ruta en barca que queríamos hacer, aquí la cosa empezó a torcerse. El chico que nos atendió era un poco pesado, que coño, era pesadísimo. El caso que no era posible hacer lo que pretendíamos porque había que concertarlo y se nos ocurrió la brillante idea de comentarle la ruta que ibamos a seguir andando. ¡Error!. El chico empezó a decirnos que por ahí no había camino, que era imposible pasar, llamó a protección civil para preguntar por la ruta, vamos, que intentó medio obligarnos a quedarnos en Calasparra ya que si continuábamos nuestro camino pereceríamos enganchados en un arrozal, mientras los mosquitos y los perros sueltos nos comerían poco a poco. Memoremos tres frases para el recuerdo (citaré de memoria):
- "¡Pero si está to vallao!"
- "Llevar cuidado con los perros sueltos, son peligrosos."
- "Poneros una toalla en la cabeza que hay mucho mosquisto."
Vamos, que ni mi madre. Para terminar, nos pidió que si por alguna casualidad del universo llegábamos a la presa de la Mulata y no moríamos en el intento, que volviésemos a comentárselo. Decidimos que por el bien de nuestro estado mental y de estrés, no volveríamos jamás.
Total, nos pusimos en marcha a la una de la tarde, muy mala hora para andar. Todo trascurrió tranquilamente entre arrozales, huertos y risas, intentando imitar el acento argentino de nuestro amigo del club de piragüismo. A las tres decidimos hacer una parada, hacía demasiado calor, y buscamos una sombra a la vera de una pequeña casa de aparejos agrícolas. Demasiado mosquito, terminé por hacer caso al amigo argentino (supongo que sería argentino), y ponerme un pañuelo en la cabeza, y extrañamente funcionó. Supongo que los pañuelos en la cabeza acojonan a los mosquitos de los ríos.
Creo que a las cuatro y algo emprendimos otra vez la marcha. De camino nos encontramos a un agricultor cultivando su tierra, y le preguntamos por la ruta a seguir. Un hombre muy agradable por otra parte, la gente de campo siempre es agradable. El caso es que nos indicó que lo más interesante era seguir la rivera izquierda del río, que aunque no había un camino claro, normalmente habrían caminos de huerto y cosas así, que no era dificil pasar, que él lo había hecho alguna vez. Nos despedimos de él con el buen sabor de boca de conocer a un buen hombre, solo podría definirlo así.
Empieza a caer la tarde y seguimos por huertos y caminos, los mosquitos empiezan a ser algo molesto y notamos algo de cansancio. A unos cinco o seis kms. de nuestro destino decidimos que ya estaba bien de mosquitos y caminos de huerto, se estaba haciendo tarde e íbamos demasiado lentos, así es que nos separamos un poco de la rivera hasta encontrar una casa de campo. Allí preguntamos por donde paraba la presa de la Mulata y cuanto nos quedaba, iban siendo las seis de la tarde. El hombre, muy agradable también, como todos los hombres de campo, nos indicó que camino debíamos seguir, y nos los indicó bastante bien:
- "Debeis dirigiros a la montaña cortada de allá, debajo está la presa."
No es ironía, cuando andas obviamente no te sabes todos los caminos de memoria, buscas referentes notorios (picos de montaña, pueblos, meandros del río, ...) con los que guiarte y saber donde estás, y es más valioso decirnos lo de la montaña que una indicación tipo sigue tal carretera, gira a la izquierda, luego a la derecha, luego piérdete y vuelve a atrás, gira a la derecha, etc etc. Es algo así como dejar de ver los árboles para ver el bosque.
Emprendimos de nuevo el camino, llegando a la presa al anochecer, nuestros amigos del otro grupo todavían no habían llegado.
Ya entrada la noche empezamos a escuchar voces a los lejos, pero seguíamos sin ver linternas que nos indicarán que estaban llegando, era una noche cerrada, oscura, sin luna. Al rato vimos unas luces, ahí estaban, pero no, ¡Dios!, se dirigen derechos al río, éstos van a dormir mojados está noche. Después de varios gritos para que parasen, decidimos ir a recogerlos. Habían hecho toda la senda aérea del cañón de Almadenes de noche, estaban cansados, pero con la satisfacción de haber llegado todos de una pieza.
Lo que siguió a continuación fueron risas, anécdotas, alguna que otra broma, lavarnos en el río, cenar y dormir bajo un precioso cielo estrellado, bajo la Osa Mayor, Orión, la Osa Menor y la estrella polar en la cola, la vía láctea y una luna tardía que salió a saludarnos. Lo de dormir es un decir, ya que estaba cansado y caí rendido en el saco de dormir, lo que provocó que los de mi alrededor no pudieran pegar ojo hasta las dos de la mañana, cuando cambié de posición y mis ronquidos cesaron. Lo siento, no lo puedo evitar.
Ha amanecido, son las ocho de la mañana, nos aseamos, desayunamos y emprendemos de nuevo la marcha, después de despedirnos de nuestros amigos del otro grupo expedicionario.
Precioso el cañón de Almadenes, una senda que recorre un bosque a la rivera derecha del río, que empieza ascender de forma natural y casí sin darte cuenta, de pronto te ves a cincuenta metros del suelo, cuevas y bellos paisajes, y para terminar un último tramo de estrechas escaleras picadas en la piedra. Coronamos el cañón y proseguimos caminando siguiendo la estela del río, pero a unos cien metros por encima de él, cruzando ramblas y zonas de piedra desnuda. Por fin llegamos a nuestro referente en el mapa, la estación hidroeléctrica. Parada para tomar algo, imperial, pan, frutos secos y algún que otro plátano o manzana.
Fue una parada corta, empezábamos a estar un poco preocupados, debíamos estar a las seis menos cuarto en la parada de autobuses de Cieza, y nos quedaban aún unos 15 Kms. Seguimos la estela del GR por caminos de tierra, hasta conectar con la carretera, parada de cinco minutos, algo de agua y a continuar. Sin duda, el tramo más duro fue éste, tramo de carretera y mucho calor. Piso duro y cocimiento de pies, Ana Belén (con sus amigas las ampollas de compañeras de viaje) empezaba a quedarse atrás, empezamos a valorar la idea de hacer autostop. Y así fue, paró un Galoper azul marino, no cabíamos los cinco, asi es que se fue Ana Belén, su mochila y sus ampollas en el Galoper hasta una venta que se encontraba a cinco kilometros, cinco minutos en coche, hora y algo a pie. Sí, se fue una chica sola en una Galoper con tres hombres de entre treinta y cincuenta años, bien vestidos y bastante simpáticos. Hay considerar tres factores para dejar que una chica se suba sola en un coche con tres desconocidos:
1. Eran tres, y que yo sepa los violadores o psicópatas no tienen asociaciones de su dudoso menester. Eran tres hombres, bien vestidos, bastante agradables que nos insistieron en que nos subiéramos uno más en el Galoper. Más tarde nos enteramos que uno de ellos era vicerrector de la Universidad Politécnica de Cartagena y había sido scout en su niñez.
2. Aunque nos subiéramos alguno de los chicos, podríamos hacer poco contra tres hombres.
3. Soy de la estraña idea de que la inmensa mayoría de la gente es buena gente, y que en la cultura del miedo en la que vivimos, hay que confiar un poco más.
De todas maneras, nos quedamos debidamente, al menos yo, con el modelo, color y matrícula del coche en cuestión.
A la hora y algo, bastante cansados, llegamos a la venta (venta el Ginete con G, para más señas), y ahí estaba Ana Belén, tomando un refresco de cola (es por no decir Coca-Cola, ooppss, lo acabo de decir), descansada, y bastante tranquila. Los tres hombres en cuestión nos ofrecieron acercarnos a Cieza o a Murcia, pero no cabiamos todos y además no nos quedaba tanto para Cieza, 5 kms. Eran sobre las dos de la tarde, teníamos tiempo de comer, descansar y llegar a la estación de autobuses a tiempo. Por cierto, los hombres nos echaron la bronca por dejar a Ana Belén sola, que ellos tenían hijas y que tal y cual. En parte llevan razón desde su punto de vista, de padres, pero lo siento, yo sigo negándome a rendirme a esta cultura que te hace desconfiar hasta de tu vecino pensando que podría ser un psicópata en serie, sigo confiando en la humanidad y en el humanismo, en qué la gente en general es buena, agradable y acojedora, aunque puede ser que algún día, no quiera Dios, me lleve un disgusto.
Comimos en la venta unos lomos con tomate, buscamos una sombra y descansamos hasta las cuatro aproximádamente. Nos ponemos a caminar otra vez, mucho calor, pero ya camino de tierra, entre almendros y casas de huerta hasta nuestro destino, Cieza, bajo la atenta mirada de la Atalaya, y después de atravesar el pueblo, llegamos a la estación de autobuses, fin del trayecto.
Llegamos con tiempo, así es que esperando acabamos con el pan, el chocolate y el imperial que nos quedaba, pero faltaba algo, no nos quedaba agua a ninguno, así es que ofrecimos a un zagal en bicicleta que estaba por allí que nos trajera agua a cambio de un eurillo para comprarse lo que quisiera. Le dimos euro y medio y el zagal nos trajo el agua, nos devolvió el cambio (medio euro) y no aceptó el euro que le queríamos dar como recompensa por su gran labor. Toda una lección. Que pena que cuando crecen cambian la bicicleta por una moto que hace mucho ruido, y el buen corazón por los malos modales, no todos, pero sí en general. Al final, totalmente derrotados por una chico de unos diez o doce años, rendidos ante su actitud, tuvimos que darle a él y a sus amigos uno de nuestros tesoros que aún conservábamos, los melones de chuchería que nos quedaban.
Finalmente subimos al autobús y partimos con la despedida del chico rubio en bicicleta que nos había traido el agua. Bueno, en realidad se despidió de Ana Belén y Azahara, creo que él y sus amigos se enamoraron perdidamente de ellas.
Para terminar, una pequeña reflexión, el autobusero (un hombre que conduce y/o maneja un autobús) nos preguntó de donde veníamos, le dijimos:
- "Pues andando desde Calasparra hasta aquí (Cieza)"
Sorprendido nos dijo lo único que podría decir.
- "¡Con lo bien que se va en autobús!"
Cierto, pero en autobús no se conocen argentinos pesados, ni disfrutas de los arrozales y los huertos, no conoces gente agradable de campo, ni te bañas en el agua helada de un río, ni duermes bajo un cielo estrellado, ni disfrutas del espectáculo de una senda aérea a través de un cañón, ni saboreas la comida ni la bebida de la misma forma, ni sientes la satisfacción de haberte planteado un camino y haberlo realizado, ni sientes, ni compartes, ni padeces con los demás.
Como mucho, en un autobús, para hacer el viaje más placentero, si puedes, echas una cabezada.